miércoles, 1 de agosto de 2012

Internet y sus redes que asedian.

Nos roban con descaro, pero decoro explícito en la tez.
Cuotas ínfimas mensuales que acaban convirtiéndose en un pequeño alfiler que traspasa tu parpado y la parte inferior de tu ceja. Luego tendría que vender al menos uno de mis hígados suponiendo claro está que tuviera más de uno ) para conseguir el dinero de la cuantía total, que suele ascender a precios descaradamente astronómicos tras el leve guiño de la aparente pizpireta compañía telefónica, que no dudará en atendernos con suaves palabras y amables promesas.


No queridos, si hay alguna verdad absoluta en el mundo del marketing es que jamás regalan nada, si no hacen dinero por un camino, cambian el raíl y traspasan su atención en diversas maneras de bloquear nuestros bolsillos y endurecer sus carteras.
No vamos a dar un pequeño garbeo por las apacibles líneas de atención al cliente, que ya somos conscientes de lo mucho que les gusta la música disco y esos entrecortados parones sonoros, que nos deleitan mientras roban nuestro tiempo en el limbo e incluso en ocasiones restan unas monedas más de nuestro saco.

Abusan de su libertad de auto-gestión audiovisual y su perfecto planning de atracciones publicitarias. Por no hablar de esas insufribles cantinelas mezcladas con la música actual. Una vergüenza en definitiva.

Todo un arte de falacias.

No me cabe duda que algún día estos imperios tendrán que buscar nuevas formas de rompernos el cráneo.

Dicho esto, buenas tardes y felices dinosaurios ü .

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¡ Arre, pequeño corcel !